Noches de promesas by Louise Bay

Noches de promesas by Louise Bay

autor:Louise Bay [Bay, Louise]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-05-11T00:00:00+00:00


17

Luke

—Vaya, tu ritmo ha mejorado mucho. —⁠Fiona me agarró la muñeca y pulsó los botones del pulsómetro⁠—. Sí. Tu velocidad ha subido un veinte por ciento en solo unas semanas. Es increíble.

Caí hacia delante y me apoyé en las rodillas para inhalar con desesperación el aire que necesitaba en los pulmones y para esperar a que se redujeran los latidos de mi corazón y así poder hablar, pensar…

Fiona jadeaba, pero no parecía a punto de desmayarse como yo. ¡Qué vergüenza! Sabía que ella llevaba entrenando mucho más tiempo, pero yo no había empezado de la nada. Siempre había corrido.

—Dios, tú sí que estás en forma —⁠dije, mirándola, cuando por fin fui capaz de pronunciar alguna palabra.

—Gracias —repuso; se encogió de hombros con timidez y me dedicó una sonrisa⁠—. Acabas de empezar a entrenar de forma diferente, pero lo estás haciendo muy bien. Ahora tienes que variar. Quizá deberías empezar a entrenar en circuito. No te limites a correr, montar en bicicleta y nadar. Sé que suena contradictorio, pero te ayudará. —⁠Me dio un golpecito en el brazo⁠—. Vamos. Sigue andando.

Fiona y yo habíamos estado haciendo una ruta por la City, tan tranquila los fines de semana. Los ejecutivos habían desaparecido y habían dejado los edificios de oficinas vacíos, así que los pocos que vivíamos en el área que conformaba el distrito financiero de Londres teníamos las calles para nosotros. Había sido una carrera tranquila, muy diferente a cuando corríamos entre semana, que apenas encontrábamos sitio por las aceras. Fiona decía que los parques del oeste de Londres, donde siempre había corrido antes, estaban demasiado concurridos los fines de semana, sobre todo si hacía buen tiempo. Hyde Park siempre había sido uno de mis favoritos, pero entonces no me importaba que la gente se interpusiera en mi camino y me ralentizara el ritmo.

—¿Tomamos un café? —Señalé uno de los pocos signos de vida: una pequeña cafetería al otro lado de la calle. Me daba una razón para sentarme, lo que me venía bien.

Fiona entrecerró los ojos, pero asintió.

—Claro.

Hicimos el pedido —en mi caso un zumo y agua, pues estaba dejando la cafeína⁠— y encontramos una mesa cerca de la ventana. Solo había otra pareja en el local. No me extrañaba que no hubiera nada abierto por allí; no había clientes. Miré cómo intercambiaban sin mediar palabra algunas páginas del Sunday Times. Podíamos haber sido Emma y yo. Que nos sentíamos cómodos juntos, que seguíamos adelante de forma inconsciente. La vida no requería que evaluaras tu relación constantemente, así que la mayoría de la gente se dejaba llevar sin más si no tenían una razón para separarse. En cierto modo, tenía suerte de que Emma hubiera puesto el tema del matrimonio sobre la mesa porque me había visto obligado a tomar una decisión consciente sobre mi futuro. Supuse que eso era exactamente lo que Ashleigh temía: que me alegrara de dejarme llevar por la vida de pareja y la eligiera a ella por discriminación positiva. Inspiré hondo al darme cuenta. Quizá las



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